CORONAVIRUS: “Del escribir entre tinieblas: ¡Más Luz!”

Del escribir entre tinieblas: ¡Más Luz!

 

Javier Porro*

 

Desde que el coronavirus ha hecho irrupción nuestras vidas, éstas han quedado afectadas en sus diferentes estratos, y especialmente en esa juntura íntima de la existencia donde trabajamos por forjarnos una identidad.  Un Ser que dé sentido al sinsentido de la pesadilla kafkiana que nos envuelve. Así presos de esta angustia existencial hemos ido recorriendo todas las categorías del último DSM-V o de cualquier manual de psiquiatría al uso, apropiándonos las categorías diagnósticas como partenaires identitarios, seducidos igual que D. Juan recorriendo toda la escala social a la caza y captura de un Nombre de mujer.

Efectuando un rápido y somero recorrido de cómo el coronavirus ha ido ejerciendo un poder de sugestión en nuestro cuerpo hablante, primero nos hizo un ferviente obsesivo del lavado de manos cantando el cumpleaños feliz, tres veces treinta veces al día; luego pasamos  a sensibilizarnos a la primera tos o febrícula, dándonos el corazón un vuelco con un latir  desbocado. Sabemos también que no hay nada peor que tener rasgos paranoicos y encima que te persigan, y claro, cómo no va a sentirse uno perseguido si todo Dios puede ser asintomático. Tampoco podemos evitar los ramalazos histéricos, y si ya no producen sarpullidos los besos y abrazos que no existen, igual se nos agarrotan los músculos y nos entran calambres cada vez que nos animamos a salir a la calle.

Sin banalizar lo más mínimo el saber en lo real del discurso médico, el real del organismo biológico (teniendo en cuenta el alto precio en vidas que ya se ha cobrado el coronavirus y paradojalmente dentro de Europa se está ensañando con los países de lengua latina y católicos de religión Italia, España y Francia, saliendo mejor librado los países calvinistas)  es mi interés centrar el enfoque del presente texto en el real del psicoanálisis articulado a la pulsión de muerte y el cuerpo hablante.

Deseo pues ahondar en los efectos del confinamiento en el cuerpo hablante como efecto del coronavirus en tanto ha comportado un cese radical de toda actividad social y traumático en diferente grado según cada sujeto, pero el agujero en lo real antes enmascarado por el hiperactivismo y la vorágine social, ahora con el confinamiento presente ha hecho irrupción, puede que, de modo latente, atenuado, pero sin poderlo silenciar.

En la era del “todos locos” como ha establecido JAM, podemos decir en esta misma lógica que el fenómeno del coronavirus lo que pone en flagrante evidencia es que estamos confinados (más o menos incómodamente) en el autismo generalizado en tanto cuerpos gozantes, y ahora corregido y aumentado, por el corte abrupto de todo vínculo social donde se prescinde de la mediación del cuerpo a cuerpo.

No se trata solo de la angustia por la amenaza exterior, más o menos inminente, lo que nos angustia a todos y a cada uno en diferente medida. Creo que el fenómeno del coronavirus nos confronta (más allá de su letalidad, como en general así ha venido sucediendo y sucederá ante toda plaga o pandemia que azota a la humanidad) a lo real sin ley que se resiste a ser simbolizado sin posible inscripción en el inconsciente, al hecho de no querer saber de lo que es nuestro real insoportable teorizado por Freud como la pulsión de muerte.

En la época de la globalización del internet, podríamos en versión libre de Heidegger, decir que nuestra autenticidad reside en nuestra condición de seres gozantes, en tanto nuestra apropiación de los objetos a la mano consiste en tener la totalidad de los saberes a golpe de un clic, sin contar con la mediación del Otro social que no existe, salvo virtualmente.

En la actual  tesitura vital nos ocurre como al protagonista del cuento de Kafka que  permaneció sin saberlo toda una vida paralizado ante un puerta imposible de franquear por orden de su vigilante, y sin embargo, a posteriori descubrió que esa puerta siempre estuvo abierta para él, siempre estuvo esperándole que se atreviera a franquearla, a condición, (agrego como fórmula para salir del impase), de que cada uno puede  encontrar “le mot de passe”, la invención singular de cada uno para atravesarla y alcanzar su mayoría de edad.

Por esto creo que resulta interesante el dejarnos enseñar por los verdaderos autistas, como Temple Grandin que identificada con la vaca inventó una máquina para recibir abrazos, (buen invento para los tiempos actuales) o con Birger Selin que supo hacer del teclado, de la escritura automatizada un modo de suplencia de su mutismo de por vida.

Por esto se me ocurre finalizar este texto, (en la medida en que permanecemos confinados e inevitablemente reducidos, empujados a cierta identificación con el topo, sin salir a la calle y sin ver la luz), trayendo las últimas palabras que se le atribuye a Goethe cuando expiraba: ¡Más luz! Justamente, nombrarlas en este momento histórico preciso, tomar dicha expresión por el lado de hacer de la escritura un modo singular de inspirar e insuflar aire puro en el cuerpo hablante, un tratar de encontrar “le mot de passe” para acceder a la luz en tiempo de tinieblas del real opaco que resiste tenazmente a ser iluminado.

*Socio de la ELP de Valencia

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

 

Una respuesta a “CORONAVIRUS: “Del escribir entre tinieblas: ¡Más Luz!”

  1. Estimado Sr. Javier Porro,
    no quisiera deshumanizar la tragedia humana que esta significando el coronavirus, incorporando una fría contabilidad o estadística que desvirtuaría lo que sucede y sus consecuencias en los próximos meses y años. Me gustaría que mi aporte numérico (muy simplista) fuese considerado como una repuesta a su demanda de ¡Más luz!.

    ¿Qué valoración humana debería hacerse del número de muertes y daños físicos y morales que se han evitado debido a la práctica desaparición de los accidentes de tráfico, que precisamente se cebaban en el sector mas joven de la sociedad?
    ¿Qué valoración humana debería hacerse del número de muertes humanas que se han evitado como consecuencia del bajón de emisiones y partículas tóxicas, también como consecuencia directa de la práctica desaparición del tráfico rodado privado?
    Sin lugar a dudas la pérdida de vidas humanas y daños sociales causados por la pandemia ha sido debida en gran parte al desmantelamiento de la sanidad pública. Pero precisamente esa jibarización de la sanidad pública ha podido afrontar (con mayor o menor éxito) los efectos de la pandemia entre otros motivos por la liberación de la demanda de servicios hospitalarios originada en la desaparición de los accidentes de tráfico y la supresión del agente causal de cuadros cardiovasculares y respiratorios debidos a la contaminación atmosférica.

    La teoría ecológica no entiende de moral ni de ética, simplemente reconoce el predominio de la selección natural de los ecosistemas ante los cambios ambientales inevitables y permanentes. Por tanto ¿no sería mas «natural», realista y quizás equitativo empezar a analizar que el SARS-CoV-2 infringe daños y dolor pero también nos aporta un plus de salud?
    Otro comentario que me parece pertinente es ¿cómo valorar el ingente contingente de reflexión, nuevas propuestas e intentos de mejorar el mundo que están surgiendo tras el azote del coronavirus? Hasta donde yo se, nunca este blog ha tenido tantas aportaciones como en la presenta etapa del coronavirus.
    Acaso, el coronavirus no permite » acceder a la luz en tiempo de tinieblas del real opaco que resiste tenazmente a ser iluminado» entrecomillo sus propias palabras.
    A su demanda de más luz yo añadiría: «coronavirus perfundet ommnia luce», parafraseando el emblema de la Universidad de Barcelona que reza: «libertas perfundet omnia luce».

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