Diferencia y Diversidad

Diferencia y Diversidad

 

Ana Lía Gana*

 

Los psicoanalistas ya advertidos que la subjetividad contemporánea está capturada en los discursos corrientes que circulan en lo social, y en tanto que uno de estos discursos es el del Feminismo, me referiré a él para hablar de la “Diferencia y la Diversidad”, lo que el Feminismo llama la tercera y cuarta Ola del Movimiento.

Pero ¿qué es una ola? Voy a arrebatar esa “Ola feminista” para hacerla decir otra cosa y, en tanto que psicoanalista, voy a llevarla al terreno de la subjetividad. La ola es una superficie que se forma en el agua a causa de los vientos que soplan. Hablamos de superficie y de lo que sopla para moldear y dar forma. Esto me sirve para hablar de otra cosa, no hay más ola que la superficie del cuerpo, en el que se forman huecos por la incidencia de ese soplo que es la lengua. A causa de ello tenemos un cuerpo que es un cuerpo de agujeros o agujereado, un cuerpo que es hablado, que es hablante, y que goza.

 El discurso del Feminismo ha pasado de reivindicar los derechos de las mujeres, para que sean consideradas como sujetos de pleno derecho, una igualdad de derechos para que no se olvide que en principio están los hombres y las mujeres, para que en lo social eso tenga una paridad.

Se ha pasado de pedir esa igualdad de derechos vinculados al patriarcado y mientras tanto ha acontecido un cambio de época, y en ese cambio se ha diluido algo del padre, y ha variado lo que se demandaba y, lo que se demanda hoy en día es la legitimación de un derecho al partenaire de goce y esto se deja oír en la “Cuarta Ola”.

Mientras que la “Tercera Ola” de esos cuerpos reclamaba que el falo como significante del deseo, no se reprima en las mujeres y que se desplace más allá. En tanto que eso ya ha acontecido, se ha logrado romper el cerco, ya no son solo esposas y madres, sino que las mujeres pueden tener todos los sustitutos de este significante, no solo ocupan puestos de trabajo y de poder en lo social, sino que en relación a la pareja y al hijo que venían como sustitutos fálicos, ahora ya no son lo único, ellas pueden mínimamente fetichizar el órgano y pueden tener una pluralidad de amantes, o ser homosexuales, o no ser madres, o ser madres con el único partenaire que les da la ciencia, el banco de esperma. Y en este sentido se han igualado con el hombre, es decir que han conseguido a través de los derechos ser la “máscara-ulina”, tal como lo condensa J. A. Miller, articulando en una palabra máscara y masculina.

¿Pero, entonces, cuál es la diferencia? La diferencia es en relación al goce, eso se reclama por todas partes, “mi diferencia”, “mi diferente manera de gozar”, y sabemos que eso hace comunidad, comunidad de goce, y ha devenido lo que Lacan ya advertía, que con la caída de los significantes de la tradición, los ideales, el padre, ya en el 68, advertía, “lo que va a caracterizar a nuestro siglo es una segregación, ramificada, reforzada, en todos los niveles”.

Entonces tenemos el cuerpo como superficie en la cual la lengua ha marcado bordes, que son bordes de goce. Pero con el Progreso de la Ciencia al cual Freud aludía y tenía grandes esperanzas de que traería grandes ventajas para la humanidad, vemos que eso que progresa, colabora para crear otros cuerpos por fuera de las marcas que la lengua deja en ellos y respondiendo a una demanda de satisfacer un goce que no calza en ese cuerpo. Recordemos la película “La chica danesa” que nos relata la historia de un hombre que pedía a la ciencia que cambiara su cuerpo, entregándose al médico porque le iba a dar aquello que le faltaba, se entregó y entregó su cuerpo a un sacrificio que terminó con su vida. Es el primer “Trans” de la historia. Pero hoy la ciencia médica ha progresado y te puede dar aquello que quieres.

Y aquí aparece otra ola, una ola horadada por la ciencia y por un discurso que se difunde en lo social que quiere borrar la subjetividad, y las marcas singulares por las que los cuerpos resuenan.

Aparece entonces la Diversidad, esa que quiere borrar de un plumazo el binarismo de la lengua y quiere remplazarlo por una pluralidad, borrando además la clase e incorporando la inclusión. En esta Ola, el género ha sustituido al sexo, y hay una identidad en el lugar vacío que la lengua no puede nombrar, ya que no hay un programa que venga a decir mi ser, mi ser sexuado.

A partir de la Diversidad podemos interrogarnos ¿Dónde se inscribe la diferencia? ¿cómo se trasmite esa diferencia a los niños adoptados o in vitro de las parejas homoparentales? Las cuales han sustituido la pareja hombre-mujer por la parentalidad, por la pluralidad de parentalidades, en las que el niño tiene que saber, y escoger en esta pluralidad de parentalidades. ¿Dónde se ubica el niño? ¿Dónde está la diferencia, cuando la diferencia se ha trasladado a un recetario de parentalidades? Los efectos de esto lo vamos a investigar.

Desde el discurso psicoanalítico esta interrogación se hace patente: ¿Dónde, entonces, está la diferencia? La experiencia analítica contaba con un saber en relación al goce fálico, de eso se sabe, y se sabe tanto que hay una industria que sabe hacer con eso que se sabe, es la pornografía. Pero de lo que no se sabe nada es del goce femenino. Entonces la pregunta Freudiana sobre ¿qué quiere una mujer?, es retomada por Lacan y articulada a lo que él llamó la lógica de los goces. Por un lado, está el todo fálico donde se inscriben todos los cuerpos hablantes, incluido el género y, por otra parte está el goce Otro, suplementario no simétrico, indecible. Entonces, esta pregunta articulada al goce es un enigma a descifrar, esto es decir un síntoma no solo en relación a la pareja sino en relación a la cultura, a la civilización. Las mujeres dicen mucho del malestar en la civilización, hay que oírlas.

Con respecto al amor Lacan nos dice que es “hetero” aquel que ama a las mujeres, no que es heterosexual, sino que es aquel que reconoce, que puede reconocer lo “hetero” en sí mismo.

Los homosexuales pueden amar a una mujer, los trans también. Recordemos la película “La chica danesa”. En contraposición tenemos el “sí mismo”, o “la mismidad”, eso es el machismo. Ellos “se misman”, y aquel que cree que se dirige al otro, a una mujer, solo se dirige el objeto que causa su deseo, esto es el acto sexual. El amor es otra cosa, el amor es poesía.

El malestar se hace presente en la pareja y en la sociedad y vemos fenómenos que se manifiestan allí:

 ~En lo social tenemos una nueva modalidad de encuentro de pareja a través de la App Tinder, como quien elige una manzana en el escaparate del supermercado, aquí la demanda de satisfacción elide las marcas inconscientes en las que un hombre encuentra lo que resuena en el cuerpo del Otro. El amor se reduce a la demanda.

 ~El Observatorio Nocturnos, nos hace saber de otro fenómeno que es el ciber-acoso, la ciber-extorsión, donde las chicas quedan expuestas a que su imagen circule por internet, de la peor manera, si no consienten a ser la pareja sexual. Y el pudor, la vergüenza, reverberan en la soledad de la almohada, el acto ya se ha consumado. Lo íntimo ha devenido público.

 ¿Qué lugar en esta sociedad para el cuerpo de una mujer, esa imagen que en la cultura ha sido la imagen más preciada?

 ~Tenemos a nuestros adolescentes, ese despertar de la primavera, iniciándose en la sexualidad a través de la pornografía, a la cual tiene acceso a golpe de ratón. Y a la que quedan enganchados, sin poder acceder a las chicas de la realidad y jugar sus cartas con ellas en el encuentro.

~Un fenómeno nuevo aparece en lo social, aquel al que los sociólogos llaman “Feminización del mundo”, vemos que frente a la aspiración a la virilidad ha surgido una aspiración a lo femenino, siendo diferente a esas estructuras que pretenden hacer un conjunto cerrado con un centro que las organiza, son más bien una red, que utiliza internet y las redes sociales, allí están las feministas con sus discursos y las mujeres artistas que han encontrado una forma nueva de manifestarse y que no quieren ser solo capturadas por la industria discográfica, reniegan de la lógica de los universales y del fetichismo de la mercancía, hacen objeción, quieren distinguirse en su particularidad, hacen aparecer su diferencia máxima.

 Pero acorde con los tiempos que corren, frente a esta feminización aparecen estructuras de dominio que proponen el retorno a los universales y quieren normativizar los cuerpos, eso lo vimos aparecer en España, es una lógica obsoleta y segregativa.

La mujer como síntoma de la civilización se va a manifestar cada vez más en este siglo, nos dice Eric Laurent. Al contrario de lo que pensaba Simone de Beauvoir, sobre una igualdad de destino, lo que se manifiesta cada vez más, es una igualdad de derechos, vemos que a medida que se conquista por parte de las mujeres una igualdad de derechos, donde toman la palabra a distintos niveles, lo que se manifiesta es al contrario de esta igualdad de destino, es la igualdad de derechos y la mujer como un síntoma a descifrar.

Este goce a descifrar propio de las mujeres, en tanto goce otro, distinto del fálico, no simétrico ni complementario. Y aunque ella tiene un pie en el goce fálico, tiene también un goce suplementario, un goce del cual no se puede decir nada salvo que se experimenta. Ella se encuentra en un polo de silencio, algo que la excede, de lo cual no puede decir nada y algo que puede decir. Este indecible es por el cual ella hace hablar a los hombres, para que le digan la particularidad de su ser o hacen hablar a otras mujeres.

En contraposición a los universales del discurso corriente en connivencia con la ciencia y el capital, que quiere borrar, abolir la subjetividad y suplantarla por un sujeto desconectado de sus marcas singulares y un mercado en que el amor se ve rebajado a una mercancía. Apostamos por el psicoanálisis y la poesía, dos experiencias singulares en relación con un decir, en tanto uno y otra son un acto de palabra, como dice Vera Moreno en su libro de poesía “La naranja entera” porque ha comprendido que no existe la media naranja, que no hay complementariedad, sino que cada uno se encuentra a partir de las marcas singulares que resuenan en el otro. Ella es, como se denomina,” hilandería de palabras”, hila palabras alrededor de esta falla estructural que nos afecta a todos.

Un esfuerzo de poesía nos dice Miller, en cada sesión analítica, para que nuestro decir como analistas apunte a lo singular del síntoma, que nos orienta más allá de las identificaciones que el discurso propone. La poesía es el significante con fines de goce que se distingue de otro significante que tiene usos de identificación, es lo que se llama política, así la alternativa que se nos presenta es o poesía o política.

 

*Psicoanalista de la AMP (ELP)

Texto presentado en el ciclo «Psicoanálisis y Feminismo, una conversación» de la Biblioteca de Orientación Lacaniana de Madrid. Mayo de 2019.

 Fotografía seleccionada por el editor del blog.

 

 

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