Las profecías de Lacan*
Entrevista a Jacques-Alain Miller
Entrevista realizada por Christophe Labbé y Olivia Recasens
Le Point: Jacques Lacan hecha luz sobre uno de los defectos de nuestra sociedad democrática: el individualismo reinante. ¿Podemos hablar de una tiranía del Uno?
Jacques-Alain Miller: La época está marcada por la influencia creciente de la cifra, de la contabilización: se quiere cuantificar todo. Ahora bien, el principio del todo-cuantificable es el Uno. Sin el Uno, nuestros cálculos no existirían y, hoy en día, están por todas partes: en la vida cotidiana, en política – por lo menos, cuando se vota –, en la ciencia, la medicina, la economía, la editorial, el espectáculo, todos los campos de actividad humana. El islam es la religión que pone más acento sobre el Uno único. Ahora bien, en la sexualidad, tradicionalmente, es la dualidad lo que domina. Todo está fundado en la complementariedad de dos sexos. Freud concebía todavía la relación sexual bajo el modelo platónico y evangélico: el hombre y la mujer, y luego se hacen una sola carne.
LP: Esta gangrena del narcisismo ¿no da razón a Lacan?: “La relación sexual no existe”, ya que se desentiende del Otro.
JAM: Lacan había deducido que el modelo antiguo no se mantendría en pie, que la sexualidad iba a pasar del Uno de la fusión al Uno-solo. ¡A cada uno, su truco! ¡A cada uno, su modo de gozar! Hasta Lacan, se nombraba a eso autoerotismo. Y se pensaba: normalmente, eso se reabsorbe, porque los dos sexos están hechos el uno para el otro. Y bien, ¡en lo absoluto! Es un prejuicio. Fundamentalmente, en el inconsciente, su goce no es complementario del de nadie. Las construcciones sociales sostenían todo ese imaginario en su lugar. Ahora, vacilan, porque el empuje del Uno se traduce sobre el plano político por la democracia a ultranza: el derecho de cada uno a su propio goce deviene un “derecho humano”. ¿En nombré de qué el mío sería menos ciudadano que el tuyo? No es más comprensible. Es también porque el modelo general de la vida cotidiana en el siglo XXI es la adicción. El Uno goza solo con su droga, y toda actividad puede devenir droga: el deporte, el sexo, el trabajo, el smartphone, Facebook…
LP: ¡A pesar de todo, para sobrevivir, la especie humana debe reproducirse!
JAM: Eso concierne a la relación complementaria del esperma y de los óvulos. No está al mismo nivel que los seres hablantes. Y los hablantes están claramente tomándole la delantera a la naturaleza. En función de sus deseos, de sus fantasmas, se manipula ahora la reproducción vía la ciencia. El discurso jurídico sigue el movimiento. Y eso recién comienza: se creó el año pasado la primera célula para genoma sintético. ¡La naturaleza no lo tendrá por mucho tiempo más! Con lo cual, por otro lado, la urgencia ecologista, ampliamente sentida.
LP: ¿Hay que alegrarse del poder de la ciencia? Lacan decía temer sus efectos…
JAM: Nos alegramos y tememos a la vez. La ciencia es un frenesí. Comenzó lentamente, a paso corto, en el siglo XVII. Agita desde entonces a la humanidad entera, que mordió la manzana y se trastocó. Las sacudidas se hacen cada vez más rápidas. E imposibles de parar, porque la supremacía del Uno proviene del lenguaje mismo. Este frenesí, Lacan lo asimilaba a la pulsión de muerte. Ninguna nostalgia parará eso, ningún comité ético. Nuestras condiciones de existencia sufrirán conmociones que hienden el alma, porque el alma tiene dificultad para andar el mismo paso. Ya Baudelaire, al comienzo de la revolución industrial, se lamentaba sobre el París que Haussmann tachaba del mapa. El cambio es cierto. ¿Para mejor o para peor? Depende. Eso le explica el título de Lacan.
LP: Lacan anunciaba el retorno de lo sagrado. Algunos parecen haber encontrado en la religión un antídoto al triunfo de la ciencia. Entre esta última y Dios, ¿hay incompatibilidad?
JAM: Por el contrario, el retorno de la religión es la compensación necesaria para la situación. Véalo: las relaciones antiguas se deshacen; cada uno está abandonado a la soledad del Uno; se sufre de estar sometido a un amo ciego y brutal, la cifra, cada vez más insensata, e incluso fuera de sentido. ¿Quién lo hará salir de este infierno? No sin embargo las terapias que prometen al Uno que se curará solo de su malestar si se autopersuade todas las mañanas que él es amo de sí como del universo. ¿Cultura, entretenimiento? Sí, pero no es suficiente. Se retorna hacia la religión. Allí, se encuentran especialistas, que ofrecen desde siempre a la humanidad sufriente un sentido a dar a la vida. Y ese sentido pone al lazo social, a lo que enlaza, entre los pobres Unos dispersos en los que nos convertimos.
LP: Asistimos un poco por todas partes a un repliegue identitario. Ahora bien, Lacan profetizaba, después de 1968, el ascenso del racismo.
JAM: ¡El Uno, el Uno, le digo! El Uno es también el culto de la identidad de sí consigo, la dificultad de soportar al Otro, quien no goza de la misma manera que usted. Cuando era “cada uno en su casa”, sin racismo, sino, por supuesto, el de los hombres para con las mujeres, cuyo deseo no está visiblemente conforme con el suyo. Pero se molestaba a la gente que vivía su vida a su modo, y hoy eso da un giro inesperado. Nos trasladamos, nos mezclamos, nos conectamos. No hay un choque frontal de civilizaciones, sino por el contrario una extraordinaria mezcla de modos de vida, de goce y de creencia, que trabaja las identidades y las segrega desde el interior. Vea al asesino noruego: es del tipo Uno-solo; mata en nombre de una identidad europea ampliamente imaginaria; y mata a sus semejantes, no a los musulmanes. Todo está allí. Este acontecimiento contingente, trágico e insensato, es un espejo del mundo.
LP: Para explicar la violencia de nuestra sociedad, se evoca el fin de la autoridad en la escuela e incluso en la familia ¿Qué preconizaría Lacan? ¿El retorno del Nombre del Padre?
JAM: ¡Por supuesto que no! La supremacía del padre revestía un modo de gozar que decae. El Nombre del Padre de papá se muere. Puede muy bien prescindirse de él, según Lacan, a condición de servirse de él. Dicho de otro modo, el vozarrón no va más. Acabado el jefe que ordena; toma su lugar el líder modesto que orienta. Es por cierto su jesuitismo lo que sus adversarios reprochan a Obama: dirigir “from behind”, desde atrás, sin hacerse ver demasiado, mover los hilos como quien no quiere la cosa. Incluso Nicolas Sarkozy se puso allí, no sin éxito. Y allí donde Le Pen gritaba, su hija ronronea.
LP: Se tiene la impresión de que los mercados de valores perdieron la cabeza. ¿La crisis financiera no es en parte consecuencia de una falta de autoridad? No estamos más en la época del patrón oro. El dólar, moneda de reserva, no es más sólido que el Nombre del Padre. ¡Hay un gran desorden en el significante! El signo monetario está suelto, tiene su propia lógica, que nadie domina, con los efectos psíquicos consiguientes: agitación, enloquecimiento, angustia. Es un asunto de escritura, ya que todo es cifra, pero sobre todo la palabra. Como ya nada está fijado, negociar un acuerdo, un “deal”, exige una conversación permanente. Solo que es muy difícil concluir, debido al número de seres hablantes implicados. La zona euro cuenta diecisiete países. En el Congreso de los Estados Unidos, cada elegido es un pequeño rey, las voces se escuchan una por una. Y, desde hace poco, están los fundamentalistas monetarios del Tea Party: quieren al menos un dólar de ahorro por cada dólar de endeudamiento. ¡Esos son los locos del Uno! Resultado: lo peor.
LP: ¿En qué Lacan puede ayudarnos a encontrar un remedio?
JAM: Lacan hace comprender esto: 1) el número de pasos en falso hacia una solución aumenta vertiginosamente en función del número de los actores; 2) no pueden concluir sino en una modalidad temporal que es la de la prisa. Hay entonces que reducir drásticamente el número de responsables.
LP: ¿Y el psicoanálisis en todo eso? Para el Uno extraviado está siempre la chance inaudita de establecer con el Otro una relación donde los malentendidos que usted tiene consigo tengan una posibilidad de disiparse. En cuanto a los analistas, pululan, como los pacientes, y cada uno es más individualista que antaño. Según lo previsto por Lacan, el analista es un Uno que se autoriza de sí mismo, de su análisis, antes que de ser reconocido como suyo por un grupo, o por Dios.
LP: En su opinión, ¿Lacan tenía la bola de cristal?
JAM: No era Nostradamus, pero, de hecho, se puede descifrar nuestro presente en su gramática y entrever la mueca del futuro que nos espera.
Traducción: Lorena Buchner.
Fotografía seleccionada por el editor del blog
* Artículo publicado en el diario francés Le Point el 18 de agosto de 2011.
Excelente
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