Matar la lectura, matar el lazo

Matar la lectura, matar el lazo

 

Araceli Teixidó*

Cuando Lacan diseñó el esquema de los cuatro discursos incluyó el goce, simbolizado como objeto a, en la concepción de discurso de la época -en la que sólo se consideraba al lenguaje y al sujeto. Al hacerlo así, mostraba que el discurso como forma de lazo es lo que permite resolver la castración que se introduce en el hombre por la palabra. Los discursos son fórmulas que cuentan con la existencia de lo vivo del hombre y explican de qué modo por una cesión de goce se accede al plus de gozar. A través de un discurso, el sujeto consiente al lazo, consiente a ceder el goce solitario -por temor, por amor, por saber. Sin embargo, en el discurso del capitalismo no hay consentimiento al lazo: no es un verdadero discurso en este sentido.
El discurso del capitalismo se puede tomar desde la perspectiva del objeto a, punto desde el que podremos afirmar que no es un verdadero discurso. Allí donde los discursos encontraban maneras de hacer con el desajuste humano, con la imposibilidad de encontrar una fórmula definitiva para el malestar, el capitalismo viene a decir que no hay tal desajuste: existe una fórmula que vale para todos, todo se reduce a que el hombre está insatisfecho porque le falta un objeto y ese objeto se encuentra en el mercado.
Si nos fijamos, en la escritura de las fórmulas de los cuatro discursos, el objeto a se sitúa detrás de la sucesión significante. En cambio, en el discurso del capitalismo lo encontramos entre S1 y S2, obturando la posibilidad discursiva precisamente.
Además, aquello que Lacan introdujo como objeto, se intenta hacer equivaler a un objeto de consumo negando toda dimensión de real (1). El mensaje de este discurso es no hay desajuste: lo que le falta al humano para su satisfacción ($) es un objeto (a) que puede ser obtenido en el mercado.
Por todo ello, en este discurso no existe la posibilidad de ceder el goce que era lo que equiparaba a los otros discursos, ahora se trata de gozar, de ceder al goce. Pero si el goce no se cede, no hay discurso. La experiencia de aceleración de nuestro tiempo es fruto de esta imposibilidad: el circuito de satisfacción es continuo y la excitación llega a límites de estrago.
La división del sujeto le mueve a buscar objetos de satisfacción y un saber solo para producirlos. El sujeto puede gozar, pero no sabe qué significa su goce porque el objetivo es el goce y el sentido está imposibilitado. Es la promoción del goce que observamos en la vida cotidiana actual, gozar sin preguntarse el por qué ni las consecuencias. Si en el discurso de la ciencia había que acudir a disciplinas exteriores a la ciencia para hacer frente a lo real, por ejemplo, a la ética, aquí no son necesarias al negarse la castración.
En medicina, en psicología – pero también en política – la palabra del sujeto es tomada literalmente, equiparando deseo a demanda en el mejor de los casos. Así, por ejemplo, cuando un paciente manifiesta su deseo de morir, es que quiere morir. O si un paciente consulta porque quiere tener éxito en los negocios, sólo le falta saber cómo. No se abre ninguna pregunta, no se supone que pueda haber otro deseo en juego. Si ese otro hombre quiere cruzar la frontera es que… bueno, la cuestión es que aquí ya no cabe nadie más, que se apañe.
En el discurso del capitalismo no hay inconsciente posible: el sujeto sabe lo que dice, sabe lo que quiere. Cada uno es dueño de su vida. Eso da mucho atractivo al discurso capitalista porque parece renunciar al lugar de comando, sería un discurso sin amo: en realidad la cuestión es que nada significa, o no importa si algo significa. Si el discurso del amo ofrecía una lectura del mundo -la del amo- y el discurso del analista permite la lectura singular de la vida, el discurso capitalista acabó con la lectura: no hay nada a leer. Cada uno es amo de lo que dice, se defiende el derecho a gozar individualmente y sólo son necesarios los libros de instrucciones para fabricar o utilizar los objetos a.
Las palabras solo están para gozar. Para que sirvan a una lectura posible es preciso contar con el objeto, con algo que se ha separado y que orienta. Se lee desde el corte (2) (3). Sin él, no hay ejercicio posible de interpretación. Por lo mismo, tampoco hay lazo. La consecuencia del discurso del capitalismo es la destrucción del lazo, único lugar donde podía acogerse lo imposible.

*Psicoanalista de la AMP (ELP)

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

(1) Miller, J. “Delicadeza” en Mediodicho. Núm. 34 Revista de la EOL. Córdoba (Argentina) 2008.
(2) Aromí, A. “Lectura y psicoanálisis” en Revista Nodus XIV de Junio, 2005 en http://www.scb-icf.net/nodus/contingut/arxiupdf.php?idarticle=208&rev=28 (consultado por última vez el 2 de noviembre de 2018).
(3) Aromí, A. “¿Qué pasa en Barcelona? El difícil pase de lo nuevo” en Blog Zadig https://zadigespana.wordpress.com/2017/10/14/que-pasa-en-barcelona-el-dificil-pase-de-lo-nuevo (consultado por última vez el 2 de noviembre de 2018).

Una respuesta a “Matar la lectura, matar el lazo

  1. Una exposición brillante del nudo del capitalismo, en mi opinión. Podemos constatarlo, desgraciadamente, en la calidad de la educación que han ido recibiendo las jóvenes generaciones en los últimos 15-20 años, particularmente. El contenido educativo se ha ido separando más y más de la lectura, ergo se ha fragmentado y se vuelve más y más absurdo, aburrido e incomprensible. Basta abrir un libro de texto de cualquiera de nuestros hijos y leerlo para comprobarlo. La filosofía ha sufrido un acoso escolar en toda regla, también. Toda una estrategia, si lo que se busca es adormecer el espíritu crítico: queridos súbditos, compren, no lean.

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