¡Toque de queda!
Roberto Pozzetti*
Política
En los últimos tiempos, la ciudad de Como ha aparecido en las crónicas ya no por sus paisajes lacustres y sus bellas villas si no por asuntos relacionados con inmigrantes extranjeros.
De hecho, el asunto no es del todo nuevo en tanto, tratándose de un lugar ubicado en la frontera con Suiza, a menudo se ha vuelto camino de paso para extracomunitarios con la intención de llegar al Norte de Europa, o ha sido elegido como lugar de establecimiento para intentar una inserción profesional, bien retribuida, en la cercana Confederación Helvética. Estos proyectos de radicación no siempre tienen éxito y, de hecho, muchos inmigrantes de origen extranjero van a la deriva, derrumbándose hacia la desinserción social y la devastadora condición de vagabundo. He podido comprobarlo hace algunos años cuando una Comedor de Pobres me solicitó una contribución en calidad de formador/supervisor de los voluntarios, dedicados a servir una comida a hasta 130 personas por noche, cuya mayor parte justamente no era italiana.
Durante el verano de 2016, la situación ha sufrido una explosión en el momento en que muchísimos seres humanos, mayormente africanos y sirios que tomaban trenes dirigidos al Norte, quedaban detenidos en la frontera con Suiza, en la Estación de Como. Cientos de niños, mujeres y hombres acampaban en la estación misma y en las plazas públicas de en frente, en campos improvisados. Cuando me dirigía a las vías, para viajar a otras regiones de Italia para ir a análisis de control, me encontraba que tenía que moverme con cuidado, zigzagueando entre niños, mujeres y hombres dormidos o echados en el suelo de cualquier manera.
En enero de 2017, el Comité de Como de UNICEF Italia le pedía a la Asociación InOut, de la que formo parte, una contribución a la formación de su personal respecto de temas como “elementos de pedagogía y psicología”, en relación a los derechos de los inmigrantes menores de edad. Uno de estos momentos de formación ha tenido lugar en la presentación del libro del portavoz nacional de UNICEF, Andrea Jacomini, quien le dedica amplio espacio a su propia experiencia en el campo de prófugos de Zaatari, en el Norte de Jordania, el segundo más grande del mundo, lleno de prófugos exiliados de Siria.[1] También la colega francesa Caroline Leduc habla de su práctica clínica en un núcleo médico-psicológico allí operante.[2] Otro momento de colaboración ha sido el de mi participación en el Curso de Educación al Desarrollo en la Universidad de la Insubria[3], donde el Prefecto hacía mención al drama de tantos menores inmigrantes no acompañados que vagabundean entre la provincia de Como y Suiza. Una actividad muy importante, desarrollada semanalmente, ha sido la que consistía en la formación y colaboración con las muchachas que desempeñaban el Servicio Civil en UNICEF en relación a los proyectos de algunas Escuelas Primarias del territorio, abocadas a la integración de niños recién llegados a Lombardía desde otros lugares del mundo.
Hace pocos meses un concejal comunal, candidato a alcalde, frente al aumento exponencial de inmigrantes en la ciudad, proponía reaccionar con un toque de queda. Ahora bien, el inmigrante, el extranjero, el Otro es, ante todo, nuestro Inconsciente. El extranjero es una forma del Otro “que angustia por el hecho de no ser un semejante”[4]. Imponer el toque de queda sería imponer el toque de queda a la angustia inducida por el encuentro con el Otro, con la alteridad del Otro.
El episodio que ha generado mayor clamor, aparecido en los medios y vuelto viral en los intercambios de redes sociales, ha ocurrido en un claustro histórico en el centro de la ciudad; por turno se desarrollan allí varias actividades sociales y algunas colegas de InOut tienen un laboratorio cualificado, con chicas y chicos de 3 a 6 años. Mientras se desarrollaba una pacífica reunión de la red hospitalaria de “Como sin fronteras”, con la que entretejemos lazos positivos, unos jóvenes del Frente Veneto (provincia de Venezia), skinheads, hicieron irrupción en los locales leyendo un comunicado en contra del “turbo-capitalismo”, poniéndose con porte perentorio al estilo militar.
Otro episodio más que ha determinado una reacción de la sociedad civil ha tenido lugar unos días antes de Navidad, cuando algunos policías han impedido que unos voluntarios relacionados con dichos Comedores de los Pobres ofrecieran el desayuno a unos niños que suelen parar en la misma zona del centro de la ciudad. Por razones de imagen, se ha elegido entonces quitar el problema de la indigencia económica de los caminos iluminados del centro, desplazándola a los suburbios periféricos, para evitar entorpecer el shopping navideño. El psicoanálisis nos ensena que el quitar o desplazar un problema, lo deja sin embargo totalmente irresuelto.
Formación y clínica
He pensado sobre alguna experiencia en la cura de inmigrantes, en particular de adolescentes y jóvenes. Según mi parecer, además de asir las obvias diferencias en relación a la demanda, al diagnóstico y a la transferencia, una diferenciación clave se presenta entre quien migra junto a su familia y quien se reúne con uno o ambos padres ya radicados en Europa. Casi todos sienten la exigencia de contar su propia historia, las características a veces ordálicas del viaje migratorio, las dificultades de inserción escolar y social. En los casos de reunión familiar, frecuentemente aparece también el problema de la insatisfacción y de la desilusión ante el derrumbe de la idealización infantil de los padres, quienes han, de algún modo, renunciado a los valores culturales del país de origen, adaptándose a las costumbres europeas. Considero que a menudo se sitúa en este nivel el drama de la llamada radicalización.
¿Como podemos obrar en la “formación” de quienes interaccionan con los inmigrantes? ¿Por medio de cuáles canales sensibilizar acerca de estos temas a aquellos (pediatras, docentes, operadores sociales) que se vinculan con inmigrantes y, en particular, con las familias que incluyen niños y adolescentes? ¿De qué manera el deseo del analista logra aliviar en estas situaciones? ¿Qué inventar en la clínica con estos sujetos, para hospedar su sufrimiento? Preguntas que quedan abiertas y no obstante algunos escritos, entre ellos uno reciente de Noemi Galleani, nos ofrecen sugerencias valiosas[5].
Creo que la primera operación a llevar a cabo es, de cualquier modo, una operación política: decir no al toque de queda.
*Psicoanalista de la AMP (SLP)
Traducción del italiano de Manuela Baruscotti.
Foto seleccionada por el editor del blog. (Lago de Como)
[1] A. Jacomini, “Il giorno dopo”, Ed. Ponte Sisto, Roma, 2016.
[2] C. Leduc “Una missione in Siria” en M.H. BROUSSE (a cura di), Guerre senya limite. Psicoanalisi, trauma, legame sociale, Rosenberg & Sellier, Torino, 2017.
[3] La Insubria es una región histórico-geográfica que corresponde al área habitada, en la antigüedad clásica, por los Insubres; el nombre puede designar también el Ducato de Milan. Aquí el autor se refiere a una Universidad italiana con sede en Como y Varese. (N.de la T.).
[4] J. Lacan, “La direzione della cura e i principi del suo potere” in Scritti, Volume 2, Einaudi, Torino, 1974, p. 611.
[5] N. Galleani, “Dalle narrazioni che ammalano alle narrazioni che curano. Il lavoro clinico con minori stranieri”. In N. Purgato (a cura di), Parole minori. La psicoanalisi e le nuove generazioni, Rosenberg & Sellier, Torino, 2017.