Nuestros propios medios
Christiane Alberti*
La reciente elección presidencial en Francia fue una experiencia inédita para los psicoanalistas de la cual es preciso extraer consecuencias. En un contexto donde fracasaron las políticas que contrarrestaban la posible elección a la magistratura suprema de un representante de la extrema derecha, se trató, a partir del acto llevado adelante por Jacques-Alain Miller, no solamente de manifestarse con opiniones claras en un combate contra Marine Le Pen, sino también, trabajar para constituirlas. Hemos jugado nuestra partida en tanto que actores de la sociedad civil, haciendo uso de nuestras propias fuerzas. Fue a partir de nuestra condición de psicoanalistas, que hemos tomado posición públicamente sin que sea una posición partidaria.
¿Cómo dar cuenta de esta posición tanto no partidaria como en sintonía con el discurso analítico? Una posición que encuentra su causa más allá de los partidos, que encuentra su causa en el psicoanálisis.
Realismo superior
Las opciones tomadas son la manifestación de un punto de vista ético. Consistieron, particularmente, en deducir las consecuencias de la abstención y del voto en blanco. Nos ha guiado en cada etapa de esta campaña un principio de realismo superior que, siguiendo a Hegel, encuentra su referencia en la moral objetiva(1). Este principio consiste en colocar el foco en las condiciones concretas, prácticas, en aquello a alcanzar -ya sea contrarrestar la elección de MLP-, más allá de todos los obstáculos que pudieran presentarse. Queríamos que MLP no fuera elegida. Queríamos que las condiciones materiales y discursivas de nuestra práctica fueran preservadas. Aunque no solo eso.
Deseo de democracia
Esta perspectiva nos ha conducido evidentemente a oponer el Estado de derecho a la pendiente populista –tratándose de una tendencia actual anti-Luces o de la protesta romántica propiamente francesa. Es correcto que el pueblo sostenga su definición y su norma reside en la forma de la ley. El Estado no puede asimilarse aquí a la potencia, ni a la fuerza, ni a la violencia, pero sí al derecho y a la ley– obra humana en constante movimiento, que hace contrapeso a la vox populi, si se lo considera desde el punto de vista de Blandine Kriegel, (2) cuando precisa que el Estado moderno no procede a partir del imperio romano-germánico, sino del nacimiento republicano de las regalías del Renacimiento. Es una creación permanente que no pertenece a nadie, sino más bien a todos, una institución que no está más allá, sino por y para los individuos. Es útil preguntarse por el Estado de derecho hoy en un momento en el cual vemos cuestionar el principio de la representación y del parlamentarismo, así como también los proyectos poco creíbles de los regímenes constitucionales alternativos. Cabe agregar que esta crítica es anticuada y ha acompañado siempre la teoría del Estado moderno.
No se trataba solamente de defender el Estado de derecho porque este condiciona la práctica del psicoanálisis. No se trataba tampoco de una posición legitimista. Esta referencia a lo político es de otro rango: un deseo que resulta de una elección forzada.
Partiendo de una situación dada, ¿podemos considerar que hay hoy en día una alternativa a las ideas democráticas? No. En todos los casos, es preciso vérselas no con un estado coagulado, sino con un proceso: el Estado de derecho permite la vía democrática y es gracias a la vía democrática que el Estado de derecho se realiza. La democracia es conversación y no solamente legalismo. Ella pone en juego las leyes y a la vez, las costumbres democráticas, las reglamentaciones y las conversaciones.
En suma, el contexto del cual es preciso extraer consecuencias es aquel de un ascenso de populismos y del discurso de la tecnociencia que exacerba la segregación. Nosotros elegimos inscribirnos en el movimiento contemporáneo de la democracia y no extraernos del mismo bajo el nombre de la extraterritorialidad propio del alma bella psicoanalítica. Es desde este lugar que podemos introducir una subversión.
Lo que hemos hecho consistió en entrar de lleno en el debate con los diputados –que son ellos mismo sujetos divididos– sobre un proyecto de resolución que apuntaba a prohibir el psicoanálisis con autistas. Fue necesaria una campaña dirigida a la opinión para que la resolución fuera rechazada por la mayoría de los grupos de la Asamblea Nacional –lo que no había sido logrado anteriormente. Más precisamente, elegir la subversión nos da un lugar, más allá de la oposición pura y simple que, sin involucrarse en el debate, equivale a reforzar aquello que es denunciado. Algunos son significantes con sus respectivas cargas imaginarias, algunos son ideales, pero, ¿es posible prescindir de estos? ¿Es posible prescindir de la noción de verdad en democracia? Me refiero entonces aquí a Lacan considerando que vivimos en una era de reapertura de la cuestión de la verdad. Señalaré de todas maneras la actualidad del trabajo de Claudine Tiercelin, en su curso en el Collège de France titulado “Conocimiento, verdad y democracia”, (3) que apunta a reintroducir la cuestión de la verdad en política y a poner en cuestión el relativismo cínico de las fake news (noticias falsas).
¿Consentimiento o insumisión?
El debate que tuvo lugar durante esta elección presidencial puso en juego la relación que cada uno tiene con el significante amo (S1). Es porque un análisis conduce a distanciarse de las identificaciones de masa, siempre segregativas, no hace la experiencia de una oposición a los S1, sino de un uso de los S1 en el que no seamos capturados por estos. El sujeto es conducido a separarse del significante amo al cual lo ligaba un peso de goce. Dominique Laurent propone la feliz fórmula: “una relación correcta con el significante amo”.
La última obra de Frédéric Gros (4) titulada Desobedecer expresa la tendencia de la vida política francesa, donde en términos de perspectiva política, desobedecer debería ser la urgencia imperiosa: la democracia según Gros designa allí “una tensión ética en el corazón de cada uno”. Es a partir de una política de sí que, según él, se construyen los movimientos de desobediencia. Se determina que esta invitación a la desobediencia permanente bajo el nombre de la obediencia, de la fidelidad a sí mismo, reposa enteramente, no sobre la suposición de un sujeto, sino sobre la referencia de un “sí mismo indelegable”, de una determinación individual, de un coloquio de sí mismo a sí mismo y con otros, mientras que el sujeto lacaniano no es ningún yo, ninguna substancia, sino realidad transindividual: “el inconsciente es la política”.
¿Cuáles son las consecuencias entonces?
Un lazo social más allá de la cura
La actualidad se orienta por la reciente edición de la “Conferencia de Lovaina” (5) de Lacan establecida por Jacques-Alain Miller. Retendré dos puntos que nos esclarecen. En primer lugar, una determinación esencial del malestar en la civilización por el discurso científico –más específicamente por las tecnociencias– en tanto este se impone como ideología dominante en las sociedades contemporáneas. Nombrando, focalizando la crisis abierta por la generalización de los efectos del saber, Lacan señala la puesta en cuestión de todas las estructuras sociales. Se podría pensar que la universalización, inherente a los efectos del discurso científico, homogeniza los lazos mientras que, por el contrario, aumenta la segregación. Los dispositivos que permitían la integración, incluso la asimilación de los individuos en una sociedad, toda la potencia sincrética de lo político ha estallado. La declinación de lo común está acompañada de un empuje planetario de segregación.
Es en este contexto discursivo que Jacques Lacan propone hacer del psicoanálisis el campo de un ejercicio más extendido que aquel de la cura. El lazo social absolutamente inédito que se anuda entre analista y analizante, que modifica el “tú y yo, nosotros y ellos”, puede extenderse más allá de la cura. La experiencia del análisis permite situar sobre los resortes del discurso que no se trata más que de “un vínculo entre los que hablan”. (6) La política es en el fondo lazo social. Es a su vez nuestra arma contra la pulsión de muerte: “En definitiva, no hay más que el lazo social”, (7) es lo que permite mantener a los cuerpos juntos, mientras que su goce genera más bien la segregación.
En este sentido, el psicoanálisis quiere lo político. Como este lo desidealiza, su influencia es la de un contagio, descrito en los siguientes términos por Jacques-Alain Miller: “Una dilatación tranquila, la expansión de un perfume, un espíritu invisible que se introduce en las entrañas de todos los órganos de la vida espiritual –habrán reconocido los términos de Hegel a propósito de las Luces en la Fenomenología del espíritu”. (8) Los psicoanalistas pueden contribuir útilmente al debate público sobre cuestiones políticas, sobre cuestiones de intimidad o de sociedad. Es la ambición del foro de Turín. Es en este sentido que entiendo aquello que Lacan nombra en su conferencia de Lovaina “nuestros propios medios”.
*Psicoanalista de la AMP (ECF)
Traducción: Tomás Verger
Revisión de la traducción: Irene Leonor Accarini
Intervención en el Foro europeo de Turín de la EFP, “Deseos decididos por la democracia en Europa”, 18 de noviembre de 2017.
1: “El Estado es la realidad en acto de la idea moral objetiva”, Hegel,Principios de la filosofía del Derecho.
2: Kriegel, B., ¿Estado de derecho o Imperio?, Bayard, 2002.
3: Tiercelin, C., Cours au Collège de France, “Conocimiento, verdad y democracia”, 2016/17.
4: Gros, F., Desobedecer, Albin Michel,París, 2017.
5: Lacan, J., “Conferencia de Lovaina”, texto establecido por J-A Miller, La Cause du Désir, n° 96, junio 2017.
6: Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Bs.As., 1999.
7: Ibid.
8: Miller, J.-A., Entrevista “Lacan y la política”, Cités n°71, 2016.
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