Empujados al miedo
Silvia Morrone*
Estamos cada vez más invadidos por una sensación de peligro constante, por la proximidad de un otro del que creíamos saberlo todo, mientras que no sabemos nada.
También el dato estadístico, al que se le había dado tanta importancia, ya no tiene ninguna relevancia. Frente a la noticia de que el trabajo de aquellos que han llegado de otros países contribuye al sustento económico de los así llamados autóctonos, una señora dice en voz baja: “He trabajado toda mi vida, no puedo aceptar que mi pensión la paguen los inmigrados”.
Con Freud aprendimos que al humano le resulta espantoso justo lo más familiar: ”Lo siniestro sería siempre, justamente algo, por así decir, desorientador”.
Esta proximidad de un otro cuya presencia sería la causa de la pérdida de nuestro lugar en el mundo (lo que al parecer sería privilegio de pocos) amenaza ocultar el estado de precariedad que cada vez más atraviesa nuestras vidas.
El pasado 13 de octubre el Centro Psicoanalitico di trattamento dei malesseri contemporanei, ha dedicado una jornada de trabajo al tema “Miedos fuera de control – Respuestas individuales y colectivas”, que ha puesto de manifiesto algunas respuestas a estos fenómenos: aislamiento, actitud caritativa, integración, odio.
De todas maneras cuando pensamos hacer algo legítimo, es decir “conservar nuestro lugar”, pero también ocupar el lugar de quienes le señalan al otro el lugar que le corresponde, podemos constatar, ya sea individualmente que colectivamente, que más bien se produce la exclusión de cualquier diferencia. Cierta manera de promover la democracia como igualdad, paridad, identidad – tema del que se ocupará nuestro Forum Europeo Deseos decididos de democracia en Europa, no mengua el crecimiento de los temores a los cuales nuestros gobiernos por lo general responden aumentando las medidas de seguridad, cuyo efecto es el aumento de los mismos temores.
En 1950 Jacques Lacan constataba que en una civilización en la que el ideal individualista alcanzó un nivel de reconocimiento previamente desconocido, los individuos se encuentran a tender (y yo diría, a ser empujados) hacia un estado en el que pensarán, sentirán, harán y amarán, exactamente las mismas cosas en las mismas horas y en proporciones espaciales estrictamente equivalentes.
Sería justamente esta “identificación enajenante”, subyacente a los fenómenos de “asimilación social”, la que tendría como efecto que “las tensiones agresivas uniformadas deben precipitarse en puntos donde la masa se rompe y se polariza”.
Para el psicoanálisis el miedo ya es una respuesta, podríamos decir casi un recurso para poner en palabras una angustia cada vez más generalizada y por lo tanto cada vez más muda y anónima que corre el riesgo de alimentar, no solo el aislamiento, sino también el odio.
Si bien es cierto que la respuesta del psicoanálisis al malestar en la cultura siempre ha sido la oferta de un lugar de palabras, ésta, contrariamente, no tiene que ver con la narración, tan en uso en el mundo psi y también en la política.
Lo que puede marcar la diferencia es el encuentro con quien se haga destinatario de esa palabra sin tratar de «manipularla», ni de reducirla a la norma social para conseguir un consenso político o profesional, como recordó Lacan en la lección del 19 de marzo de 1974 en el Seminario Les non-dupe errent, con un llamado a los psicoanalistas a la ética de su posición.
*Psicoanalista, miembro de la AMP (SLP).