Por una democracia para los seres hablantes
En los últimos días, por allí y por aquí, hemos podido escuchar un auténtico clamor en defensa de la democracia. ¿Es la democracia un significante amo? Se pregunta Miller. Y responde: “sin duda. Es el significante amo de que no existe el significante amo”, y por eso su forma contemporánea puede formularse como la “fractura” o la “experiencia de una verdad.”
Lo real de la vida[1] democrática irrumpió en Cataluña el 1º de octubre, en la voz de millones de personas cuyo deseo, superando todos los obstáculos, era explícito: “Votarem.” Las interpretaciones de este movimiento colectivo sin precedentes le han conferido un valor determinado en función de los discursos en donde esa fractura política reclama, en tanto efecto de verdad, un sentido.
Siguiendo las enseñanzas de Jean Claude Milner, podemos considerar que dicha fractura proviene de la colisión entre dos formas de democracia: la democracia como sistema político y la democracia como forma social. La homonimia exige la elucidación del sentido que adopta el universal “todos” y a cuyo valiente análisis en la historia de Francia se aplicó Milner. La democracia como sistema político, propio de los seres hablantes, supone resguardar el lugar vivo de cada uno, pudiendo manifestarse en su nombre y con su voz en una lengua compartida. A su vez, el decir de cada uno requiere el consentimiento a la pluralidad como límite. Para que alguien pueda hablar, los demás han de callarse, no es posible la simultaneidad de dos seres hablantes, y el asesinato político es una contradictio in terminis. La exterminación de los judíos, quienes encarnaban la imposibilidad del universal (todos) pretendido por el nazismo (uno tomando la voz de todos) no puede ser considerada un mero hecho histórico sino un riesgo constante de la regulación de la vida en común, el de intentar acallar por todos los medios al disidente, al que no se pliega a la multitud. Por eso el momento de subjetivación del deseo de democracia en sentido político se anuda a la creencia en la realidad de las cámaras de gas, advertido de las formas sutiles que toma el negacionismo.
La democracia como forma social se establece en base a una mayoría ilimitada, resultante de la gestión de masas, propia de una política que trata a los seres humanos como cosas. El altísimo porcentaje de abstención muestra a las claras el colapso de las democracias actuales, en las que el poder cae en manos de una mayoría que no es real; se llega a gobernar mediante una perversión, una parte vale por el todo. Por eso cuando surge la fractura y millones de seres hablantes reclaman una política para seres hablantes, los representantes del poder del Estado conquistado mediante ese tipo de mayoría, intentan hacer valer su fuerza por medios autoritarios, con amenazas y coacciones, incluso con la cárcel. A falta de una autoridad auténtica, gestada en una democracia política, creen eliminar el no-todo valiéndose de las prerrogativas de una mayoría social derivada del silencio de las cosas. Cuna de la indiferencia y de la comodidad.
En Cataluña una parte de la población intenta hacer oír su voz como no-todos a favor de la independencia. Constituye una oportunidad de restablecer la política de y para los seres hablantes, instaurando una verdadera democracia política, apasionada y crítica en la que puedan llegar a pronunciarse para dirimir su futuro, el que les ata a una historia y al goce de diversas lenguas.
El presidente de la AMP, Miquel Bassols nos anima a un debate sobre la democracia en el seno de nuestras escuelas. Cierto es que la clínica lacaniana esclarece la política.[2] Así lo demuestran nuestras instituciones, la práctica entre varios se sustenta en la limitación del todo, el respeto por la singularidad y la promoción de una autoridad auténtica, la que se somete constantemente al control de su acción. De ello resulta una convivencia regulada y pacífica, fértil a las invenciones, como pudimos constatar durante El Primer Seminario Europeo de Intercambio sobre el trabajo con jóvenes y niños con TEA que tuvo lugar en Zaragoza a finales de septiembre. Un acontecimiento así contagia el deseo de participar, de hablar la lengua política de los seres hablantes, la que palpita en una democracia verdadera.
*Psicoanalista, miembro de la AMP (EOL).