23.10.17
LA BOLSA O LA VIDA
Eugenio Díaz*
Escribo esta aportación en el debate abierto sobre la situación en Catalunya y por la crisis política y por tanto del lazo social que tal situación nos muestra, en un momento de máxima tensión, de máxima preocupación, de máxima incertidumbre.
No hace mucho en las Jornadas de la ELP del 2015, celebradas en Barcelona bajo el título “Crisis, qué dicen los psicoanalistas”, aprendimos y constatamos que crisis es algo consustancial a lo humano y que “querer curarla puede ser a veces la mejor manera de alimentar ese imperativo y sus efectos devastadores si no se analiza antes el significante que ordena —en todos los sentidos de la palabra “ordenar”— ese goce impuesto en nombre del Bien” (Bassols, 2015), y añado, refiriéndome a la actualidad, en nombre del goce impuesto de un Bien que es supuestamente la unidad indisoluble, sea de la nación, sea del pueblo.
Pero no por menos sabido, dejo de tener una sensación de fracaso colectivo, y por ello personal. Un goce del fracaso que no quiero que me invada, razón por la que aporto esta pequeña idea a considerar entre muchas otras ya expuestas, diversas, discordantes, en el filo de explorar los imposibles, para no quedar en la impotencia y en la observancia del empuje a lo peor.
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Jacques Lacan plantea -en el Seminario XI, a propósito de las operaciones de causación del sujeto, alienación y separación- la elección forzada que hay implicada en la primera de ellas.
Allí, usando un witz casi visual, señala que en la elección entre la bolsa (el todo podemos decir) y la vida, es forzado hacerlo por la vida, pero que al elegirla ésta ya no puede ser sino cercenada. Una pérdida por tanto es lo que implica esta elección.
Aún Lacan habla de una segunda operación, la separación, que bien leída también incluye una pérdida, puesto que en este parirse, lo que se juega es una vuelta a la alienación primera, pero ya de otro modo (no sin pérdida entonces). No hay separación que no implique un lazo, un nuevo lazo. Sino esta separación es pasaje al acto.
Este lazo en lo común -Lacan lo dirá a lo largo de su enseñanza de muy diversas maneras-, lo es a partir de la soledad y la singularidad del sinthome. Es con eso con lo que se puede hacer comunidad, sino estamos más bien en psicología de las masas.
Entonces, alienación y separación al estar entonces agujereadas, incluyen una pérdida, aunque también hay algo que se añade: un nuevo lazo al Otro, un Otro ya barrado, caídas las identificaciones, que había ocupado el lugar del “no-hay”, del “no-todo”.
En los mismos capítulos del Seminario, Lacan habla de la elección del esclavo, que es más bien del orden libertad o muerte. Para el esclavo la elección forzada es al precio de la vida, cuando la vida ya no tiene ningún valor, se elige a vida o muerte.
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Pensaba, para volver a la actualidad, que en nombre del todo, es decir de creer que es posible tener la bolsa y la vida -que es de cierta manera la apuesta independentista-, puede perderse una autonomía, que es una vida no-toda, cercenada, pero al fin y al cabo una vida.
Decir que la apuesta independentista es un todo, es un modo de señalar el maximalismo al que han llegado las posiciones que la impulsan -por ejemplo y entre otras cosas, equiparando deseo de decidir, de separarse, de independizarse (sobre el que no hay nada que decir), con derecho a decidir (que si es cuestionable). Tal maximalismo, ha sido realizado eso sí, con la inestimable ayuda de un gobierno, el Español, que no ha aportado política alguna -al menos una digna de ese nombre- y que más bien ha actuado al estilo de los hermanos Marx “más madera es la guerra”, como ocurrió en las nefastas actuaciones policiales del 1 de octubre, pero también en otros muchos momentos, a lo largo de estos años.
Pensaba también que en la puesta en escena independentista ha habido un forzamiento, al modo como alguien bien conocedor del asunto, me decía: se trata de demostrar lo incurable del Estado español (incluso más que del gobierno) para justificar que sólo hay la salida posible de la independencia. Por nuestra parte no olvidamos que lo incurable, siendo más o menos soportable dependiendo de las subjetividades y los relatos, es para todos, a la vez que no es del todo reducible.
Este forzamiento incluye “lógicamente” un trasvase: convertir la elección forzada del sujeto, en la del esclavo. Trasvase que no es si no banalización de la dignidad de dicha elección, la del verdadero esclavo.
Cuando estaba escribiendo esta aportación, escucho en la radio a un Conseller de la Generalitat decir lo siguiente: “La República ya no es una elección, es una absoluta necesidad de supervivencia”.
Pues eso, cuando no se trata de una elección sólo queda el “a vida o muerte”. Sustraer al sujeto de su elección forzada, lleva a la banalización de la elección entre libertad o muerte.
Banalizar esta elección, del mismo modo y al mismo tiempo, que aplicar una ley sin haber incluido previamente la política que sepa que “el inconsciente es la política” (desconocimiento que también es una banalización), es de consecuencias incalculables para el lazo y la para la vida.
*Psicoanalista, miembro de la AMP (ELP).