Teresa Ferrer*
Para trabajar a fondo las raíces del síntoma Cataluña, empezar por decir que Cataluña se queja de un síntoma al que llama España. Es una de las diecisiete comunidades afectadas, por el Hay del Uno, España. Y ¿qué hace Cataluña con esto? Quiere señalarlo, aislarlo y expulsarlo, erigiéndose como un gran “yo autónomo, independiente” y libre de ataduras. Freud ya nombra las profundas raíces inconscientes del yo, en el ello y el superyó, con lo que conlleva de poner en juego el goce.
Para romper la polarización, como decía Jacques-Alain Miller en la Conferencia de Madrid, hay que situarse en un punto diferente del eje a —— a’ (en un lado la apelación cruda a la Constitución como garante del Estado de derecho y del otro lado el forzamiento de la legalidad) y ver el Real de lo que se trata en Cataluña, que está inventando un relato que fuerce una identificación que afecte a todos los ciudadanos y cristalice en una identidad, la República catalana independiente, para seguir sometiendo a los que somete y que en tiempos globales se les escapa. De ahí que la independencia flojee mucho más en las grandes masas de población ajena a sus iconos.
Cabría proponer, en cada una de las Comunidades Autónomas, una reflexión sobre “cómo hacen” con el síntoma España. La conversación quizás despejaría la condensación, sobredimensión de una sola.
*Psicoanalista, miembro de la AMP (ELP).
Apreciada Teresa, con un poco de retraso quisiera decir que tu breve y claro diagnóstico social de la situación en Cataluña me parece muy acertado: el síntoma es España y se «terapeutiza» con un simple » señalarlo, aislarlo y expulsarlo, erigiéndose como un gran “yo autónomo, independiente” y libre de ataduras».
Las preguntas son si esa «autoterapia» será eficaz y que males y nuevos síntomas surjiran a continuación.
Si como bien dices: «en Cataluña, se está inventando un relato que fuerce una identificación que afecte a todos los ciudadanos y cristalice en una identidad, la República catalana independiente, para seguir sometiendo a los que somete y que en tiempos globales se les escapa.» me temo que sólo cabe un camino: desfacer el entuerto, aunque a parte de ser un proceso largo y doloroso, puede conllevar problemas sociales, políticos y familiares de envergadura.
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