El retorno de «un padre»

Luis-Salvador López Herrero *

Miro sin demasiada expectación los noticiarios y el desconcierto económico y cultural que se está produciendo a raíz de los impulsos del Sr. Trump, y me viene a la mente la ilusión de muchos ciudadanos americanos por el regreso de «un padre» y la creencia en la salvación del mundo a través de él. Pero ¿cómo explicar esto?

Hace unas semanas en el seminario que imparto este año bajo el título Subjetividad y goce en el siglo XXI, surgió precisamente la temática de la declinación del «Nombre del padre», como corolario de una época en donde los derechos de los ciudadanos, el empuje de lo femenino y los modelos basados en la identidad y la comunidad de goce, se han convertido en moneda de cambio frente a la caduca imagen del padre y su impronta de masculinidad. Y ahora, en este contexto, he aquí la llegada exultante y patética del Sr. Trump, imponiendo un semblante y una actitud desafiante completamente contraria a lo que parecía ser el espíritu convulso de nuestra época.

No cabe duda de que sus pretensiones pretenden querer retornar a una época en la que la llamada al autoritarismo, con la supuesta protección de los intereses de los ciudadanos de su país, es un intento por frenar lo que muchos imploran a partir de la caída de la función patriarcal y, por ende, de una masculinidad blanca, heterosexual y demasiado visceral en la forma de relacionarse con los demás. En este sentido, cualquier proclama entusiasta acerca de la igualdad de las mujeres, los derechos de las minorías o la defensa de las comunidades identitarias o de goce, corren ahora un serio peligro y son vistas como propuestas decadentes a combatir, con el fin de resucitar el ideal de supremacía blanca, heterosexual y masculina, vigente durante más de veinte siglos. Un aspecto que, en nuestro país y en la cultura latina en general, por motivos de índole político, social y cultural, hemos ido afrontando a rebufo del entorno americano y con mayor lentitud de elaboración colectiva. Lo cual es también, en cierta manera, una forma de proteger la identidad colectiva, evitando dejarse impregnar por los conflictivos callejones de la cultura americana. No en vano la veta religiosa en nuestro país siempre había servido para frenar las incursiones modernas anglosajonas.

Pero el problema actual no es propiamente el retorno del Sr. Trump, que también, sino la idea que le ampara como salvador de una modernidad que lleva más de un siglo en crisis continua por cuestiones de todo tipo: económica, política, social y cultural. Ahora bien, conviene aclarar que si el autoritarismo, en sus diferentes facetas, es en el momento presente la moneda de cambio en alguno de los países más desarrollados del planeta, no se debe solo a la dificultad para mantener lo alcanzado a través del empuje de lo femenino, la temática «identitaria» o el goce en boga, sino también, y es lo más importante, por el «desorden» y el desconcierto que el forzamiento minoritario de «liberación» ha precipitado en el conjunto de una población, que aún sostiene el vínculo con el pasado.

De ese modo, son muchas las cuestiones que crecen a nuestro alrededor sin punto de capitón. Por ejemplo, si observamos con cierta mirada interrogadora veremos la proporción de «egos» crecientes que gobiernan a sus anchas de forma arbitraria, instrumentalizando para ello todos los ensamblajes o prebendas del sistema democrático; o las camarillas de corrupción que asolan por doquier jugando con la Ley; o la impotencia de las fuerzas de seguridad para contrarrestar el enorme empuje de «mafias» que circulan a plena luz del día; o el trasiego de poblaciones que huyen de la infamia humana hacia diferentes territorios sin ningún tipo de control; o la violencia indiscriminada que salpica todos los días nuestra mirada; o la obscenidad sadeana que sirve de educación sexual a una población infantil cada vez más desprotegida; o la desvalorización de la familia tradicional en favor de vínculos experimentales; o el adoctrinamiento en el consumo de sustancias nocivas bajo la ilusión del efecto expansivo que pudiera generar en la mente; o el laboratorio de identidades a la carta como promesa de auténticas «formas de ser»… Y, para corolario de una situación tan compleja como ciertamente novedosa para todos, las autoridades de turno no tienen ningún reparo en mostrar su impotencia, anunciando de forma tan precipitada como temeraria, el sonido de «tambores de guerra» que tan solo busca acallar su mal hacer político, así como también, visto lo visto en nuestro país, evitar cualquier posible denuncia venidera.

Como podrán comprender todo un descrédito para todos aquellos que deberían de estar, en este momento, orientando, protegiendo y cuidando a la población de todos los males que se ciernen sobre nuestra civilización. Y, con este panorama de apertura francamente complejo, ¿qué esperaban ustedes que se anunciara en el horizonte más próximo como antídoto de salvación? No cabe duda de que la historia es, en este punto, machaconamente insistente para mostrar cómo el desconcierto y la perplejidad alimentan la llegada de un nuevo Mesías; del mismo modo que la población repite también el mismo molde de esperanza en él. Luego nada nuevo en la historia de la humanidad.

Sin embargo, a los europeos, y más a los españoles por nuestra particular idiosincrasia, nos cuesta creer lo que está sucediendo en América, porque hace tiempo que participamos de la historia entre bastidores, es decir, fuera del escenario en el que verdaderamente se van marcando las pautas de la obra en marcha. Fíjense, por ejemplo, cómo a la hora de hablar de determinados puntos calientes, solemos utilizar vocablos ingleses (hippie, junky, punk, rock, gay, queer, woke, crack…), como si aún no hubiéramos podido tomar conciencia de la trama que se juega en el asunto. Algo que, por otra parte, no es nada nuevo porque hace años que vamos a «piñón retardado» en los asuntos socioculturales de los países anglosajones, o lo que es peor, sin extraer consecuencias que aminoren los efectos nocivos en nuestro país. Un aspecto que dice mucho sobre la originalidad actual del pueblo español.

Luego la llegada del Sr. Trump, que se verá presumiblemente ampliada por diferentes acólitos en otros escenarios del planeta, no es más que la respuesta a un desconcierto precipitado por el empuje sin límites de la ciencia, el sueño del capital, la avidez mundana por el dinero rápido y un consumo masivo en la población, que ha suplantado los referentes tradicionales por efímeras modas de calado extranjero. Pero el problema, el auténtico meollo del asunto, es que la salvación a través de un padre despótico y amo de la arbitrariedad del genio maligno acelerará mucho más el desorden, haciendo presagiar los efectos de un Padre a lo peor… Esperemos, no obstante, que otros Nombres del Padre más femeninos puedan venir a suplir y orientar el descalabro y el desconcierto en el que nos vemos sumidos, porque afortunadamente no todo está dicho… aún.

*Psicoanalista. Miembro de la AMP (ELP).

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

Fuente: https://www.diariodeleon.es/opinion/tribunas/250427/2003162/retorno-padre.html

Deja un comentario