Gustavo Dessal*
Revisando mi biblioteca digital, he dado con un interesante artículo de Miriam Posner, profesora de la Universidad de California en Los Ángeles, titulado: “No veamos el Mal”. Allí estudia uno de los aspectos más importantes del capitalismo global: las cadenas de proveedores que dan servicios y mercancías a todas las grandes empresas del mundo. La profesora Posner cuenta una anécdota que dirigió su interés hacia ese tema. Se encontraba sola en un hotel de Amsterdam, y en el minibar de la habitación descubrió unos chocolates cuya marca le llamó la atención: “Tony´s Chocolonely”. El neologismo “Chocolonely”, formado por “chocolate” y “lonely” (“solo, solitario”), tiene su gracia. Miriam admitió que la marca se ajustaba al hecho de que hay que sentirse un tanto solo para comer chocolates en un minibar. Personalmente me evocó los versos de Apollinaire que Lacan cita al final de su seminario “Las Psicosis”:
“[…] soy solitario. Tengo hambre. He aquí que me descubro una cualidad; estoy hambriento. Busquemos qué comer. Quien come ya no está solo”.
Desconozco si la profesora habrá leído estos versos, pero lo más curioso fue que al entrar en Google averiguó que esa fábrica de chocolate se enorgullecía de ser la única capaz de crear sus productos sin mano de obra explotada. Aunque parezca inverosímil, esa afirmación le trajo problemas a “Chocolonely”, porque una importante empresa de chocolate suizo la demandó alegando que es imposible fabricar chocolate reduciendo a cero la explotación laboral.
Sea esto cierto o no, me interesa señalar que el objeto oral, la devoración que hace lazo social y forma parte de la maquinaria mundial del consumo, es una buena metáfora del mercado capitalista que ya es trans-ideológico. Ese mercado requiere cientos de miles de proveedores, lo cual a su vez supone el manejo de datos a escala masiva. En suma: el funcionamiento de la bulímica e inabarcable espiral del consumo es algo que la mayoría de los usuarios corrientes ignoramos. Lo que esta experta añade es que las gigantescas compañías también ignoran muchas cosas, pero no por desconocimiento, sino como parte de una estrategia perfectamente diseñada y que tiene cierta analogía con el sistema, por ejemplo, de las células terroristas o estructuras de seguridad tales como la KGB, el Mossad, la CIA, el FBI, el M16 (Servicio Secreto Británico) y muchas otras. Se trata de la parcialización selectiva de la información. Una parte del equipo posee un objetivo y una cantidad definida de datos. Desconoce la tarea que cumplen las otras partes. De ese modo se protegen de infiltraciones, del robo de archivos y a su vez todos se espían y contra-espían recíprocamente. El diseño tiene sin duda un tinte paranoico, y también una semejanza al sistema “Blockchain”, de módulos independientes que se emplean fundamentalmente para la transacción de criptomonedas y objetos no fungibles que se comercializan en el mercado de arte digital.
Puede parecer excesivamente abstracto comparar chocolates, agencias de seguridad nacional, criptomonedas y cadenas de proveedores. Sin embargo no lo es tanto, si consideramos que el aislamiento de los elementos de una serie posee su reverso, una especie de conexión interactiva en la que ni siquiera podemos descartar la participación de los conflictos armados.
No es de extrañar que, para tomar tan solo un ejemplo, Tim Cook, sucesor de Steve Jobs al frente de la compañía Apple, viaje a las fábricas de ensamblaje de sus dispositivos en Corea del Sur y Hong Kong a fin de llevar a cabo una performance de preocupación sobre las condiciones laborales de los trabajadores. Esa clase de simulacros de solidaridad forma parte del relato imprescindible que siempre acompaña el discurso capitalista en todas sus modalidades, pero que hoy debe acomodarse a los protocolos del “green washing”, igualdad de derechos, y respeto de las minorías étnicas, religiosas, sexuales, las mujeres y los menores de edad.
Amazon es, en esencia, la viva encarnación de una cadena de proveedores. Gestiona cientos de miles de pequeñas industrias mediante uno de los softwares más exitosos que existen, y que hace posible que el consumidor apriete un botón de su móvil y reciba su encargo en 24 horas o incluso en el mismo día. Pero Amazon “ignora” deliberadamente cómo trabajan esas pequeñas industrias, qué política siguen en materia de medioambiente o condiciones salariares.
Los abusos se vuelven virales cuando afectan a grandes compañías de prestigio como Apple o Samsung. Pero la industria de la ropa y la agricultura permanece mucho más en la sombra, aunque ONGs de todo el mundo advierten desde hace muchos años que detrás de esa tiniebla se ocultan hechos aún más graves y difíciles de rastrear.
Miriam Posner explica que la “modularidad” es uno de los rasgos más sobresalientes del capitalismo planetario. Permite fabricar “cajas” de datos que sueltan cifras sin necesidad de saber lo que está sucediendo dentro ni las supuestas implicaciones.
Se trata de un diseño que presenta sorprendentes analogías con el mecanismo de la renegación perversa: “Lo sabemos y a la vez no lo sabemos”. Sin eso, el capitalismo tal como lo conocemos en las últimas décadas no podría funcionar.
Cuando el filósofo canadiense Marshall McLuhan presentó su teoría de que el medio es el mensaje, se refería en aquella época principalmente a la televisión. A su manera, había comprendido que los enunciados poco importan, que lo que interesa es que el medio resuene en la enunciación. Hoy no existen otra clase de programas televisivos que aquellos donde los opinólogos pueden decir cualquier cosa porque lo que resulta efectivo es cómo se dice. En la actualidad, las redes sociales cumplen fundamentalmente esa función, de allí que la tecnología de comunicación en tiempo real pueda ser empleada por toda clase de regímenes, ninguno de los cuales se libra de procedimientos de terrorismo. El terrorismo simbólico e imaginario puede acabar con vidas humanas. No está exento de empujar a millones de personas hacia el abismo de lo real.
Es muy difícil sustraerse de la sospecha generalizada. La guerra siempre ha destruido civilizaciones y enriquecido imperios. Hoy la inflexión histórica de Internet ha hecho estallar la furia de Dios, harto de su fracaso. Su criatura ha sobrepasado todos los límites.
Es por eso que me veré obligado a escribir sobre “Offenderman”. La prueba inequívoca de la normalización del mal.
*Psicoanalista. Miembro de la AMP (ELP).
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
