Ruth Pinkasz*
Estamos en un momento político de agitadas aguas, la inminencia de las elecciones en nuestro país, sin duda no dejan indiferente a ningún ciudadano.
Aunque encontremos desinterés, o sentimientos de increencia en algunos y algunas, hay un elemento que resulta indiscutible: el tono en que los políticos se dirigen a la ciudadanía, que es lo que los psicoanalistas llamamos enunciación, término complejo que apunta más al cómo se dice que al contenido del dicho que se quiere trasmitir, siendo lo primero lo que llega a tocar, a conmover a las personas.
Sin embargo, no deja de sorprender aquello que los periodistas o medios de información analizan día tras día; esto es, la facilidad en que una mentira se convierte en verdad y viceversa, lo que podríamos llamar la liquidez del discurso. Su valor efímero permite decir A y luego B sin contradicción alguna, punto interesante en el que Freud hacía hincapié en el análisis de los contenidos de los sueños; esto es, la subsistencia de dos ideas contrarias. Bien, nada más que señalar que la realidad hoy muestra más que nunca su carácter de ficción al igual que los sueños.
No obstante, no quiero adentrarme en este terreno, ni tampoco en el problema del tono o enunciación, en cómo se trasmiten los contenidos, incluso hasta cuando se traten de discursos vacíos. Quisiera referirme a la condición de normalidad, palabra utilizada por un partido político (VOX) para señalar que los españoles debemos volver a la senda de lo normal, haciendo bandera del sentido común y apelando en su decir a los “españoles normales”.
El concepto de lo normal y lo patológico evidentemente procede de la medicina clásica y es aplicable a lo que conocemos como salud mental. Estos términos han ido variando a través de las épocas, sobre todo en lo que antiguamente se entendía como conducta o hecho patológico.
Pero Freud ya nos advertía de la fina línea que separa lo normal de lo patológico, por lo menos en lo que respecta al psiquismo humano, mostrando que el termino normal responde más bien a un ideal dado que no puede atribuirse a nadie la normalidad absoluta.
Cada persona, cada habitante de este mundo, tiene algo “anormal”, ya sea en la manera de afrontar el sufrimiento, o en los vínculos que establece, o en la dificultad para transitar una pérdida, etc.; podríamos seguir enumerando interminables aspectos o situaciones que podrían adentrarnos en la figura de la anormalidad.
Dicho esto, es importante añadir también que existe la patología y los fenómenos psicopatológicos y con ello señalar que hay cuestiones de la enfermedad mental que convienen ser tratadas y abordadas, por el hecho en sí, de dar algún tipo de salida al sufrimiento y dignificar al sujeto que padece sin demonizar lo que resulta incomprensible para “el sentido común”, como algunos acontecimientos de la historia han confirmado
El problema radica en ubicar “la anormalidad” en aquello que hace a la diferencia entre unos y otros. El ser diferente, el pensar diferente, el sentir diferente, no otorga a un sujeto el estatuto de anormalidad, sino que muestra o pone de relieve que la singularidad de una persona contribuye a la riqueza y al valor humano y que, sin ello, el sujeto pierde lo propiamente humano que lo habita. La homogeneidad es atribuible a las máquinas, no a las personas.
El no soportar que cada individuo pueda elegir el modo de estar en este mundo, con sus deseos y sus goces, se inscribe en un plano que responde a una falta de respeto por el prójimo y, en un nivel más complejo, en adjudicar un modelo, diríamos emocional, un modelo mal llamado de “sentido común”, a quien se otorga la autoridad de ubicarse en un lugar superior a los demás. Es decir, de atribuirse un saber que estaría del lado de una arbitrariedad que responde, como toda arbitrariedad, no a otra cosa más que a las emociones y no al tan preciado sentido común.
Resulta peligroso apelar a los españoles normales, puesto que no hay nadie en el territorio español como tampoco en el mundo entero que lo sea.
*Psicoanalista. Miembro de la AMP (ELP).
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
