Candela Dessal*
Buenas tardes a todos:
En primer lugar, querría agradecer a Joaquín Caretti y a la red Zadig España por esta invitación, donde me gustaría aportar mi modesta perspectiva desde mi posición, en este caso, la de profesora de Filosofía y Valores Éticos en un Instituto público de Madrid.
Como ya sabemos, la ola reaccionaria de la ultraderecha que amenaza con gobernar en España aspira, entre uno de sus focos fundamentales, a tomar las riendas de nuestro sistema educativo. El por qué no tiene ningún misterio, las aulas son el espacio clave a través del cual diseminar sus principales mensajes de odio e impedir que se trabaje en valores éticos y cívicos básicos, como la igualdad de género, la educación afectivo-sexual, la Diversidad LGTBI o la concienciación ecológica, entre muchos otros.
DJ Abascal inauguró en 2019 su cruzada para conquistar al electorado joven pinchando remixes del himno de España en el Teatro Barceló, y ha sido una gesta fructífera: si en ese momento la juventud era la menos afín a su partido según el CIS, hoy se ha invertido y los votantes jóvenes son una de las canteras más sólidas de VOX (han pasado en cuatro años del 3,8% al 12,4%, y es el rango de edad donde más crecen). Me gustaría, pues, analizar sintéticamente dos cuestiones en este debate: uno, cómo se explica, al menos parcialmente, esta involución ideológica de los jóvenes; y dos, qué riesgos concretos y palpables para nuestra calidad educativa (y por ende, para nuestra calidad democrática) supone la ya irreversible entrada de VOX a los gobiernos autonómicos y la amenaza de ver en unos meses el Ministerio de Educación en manos de este partido.
Empecemos por los jóvenes. En mi experiencia docente, y muchos colegas coinciden, hasta hace pocos años los discursos homófobos, machistas, racistas o xenófobos eran residuales en el aula, tanto así que los pocos alumnos con ese ideario no osaban manifestarse públicamente. Pero ahora parece que las tornas se han invertido, y me encuentro con que son los alumnos progresistas los que se inhiben en clase ante el bullicio que causan los más reaccionarios. ¿Qué ha pasado? Por supuesto hablamos de un giro ultraconservador que trasciende a la juventud y a nuestro país. Además, los psicoanalistas tenéis herramientas más finas para explicar este fenómeno, pero señalaré algunos detonantes que pueden haber convertido a la juventud en un activo fundamental para la ultraderecha.
Primera clave: las redes sociales. Los jóvenes prestan más atención a estas y a los llamados influencers que a lo medios clásicos de información, siendo TikTok su mayor referente informativo, según el Instituto Reuters. Al mismo tiempo, NewsGuard, plataforma especializada en medir la fiabilidad informativa, nos advierte que el 20% de los videos de TikTok contienen información falsa. Ahora unan los datos. No sorprende que la extrema derecha sea con diferencia la que mejor se mueve en estas plataformas digitales, las cuales se alimentan de discursos polarizados que premian el formato corto y provocador.
Segunda clave: la manipulación tan grave que se ha hecho del movimiento feminista. Es evidente que entre muchos alumnos ha calado el mantra de que el feminismo les criminaliza por el hecho de ser hombres y que las políticas de igualdad son revanchistas y buscan discriminarles, y la ultraderecha ha sabido explotar ese bulo, aprovechándose de la vulnerabilidad que la identidad de género supone en una edad tan compleja e inestable como es la adolescencia.
Por último, siempre se ha hablado de la necesidad de los adolescentes de rebelarse contra la norma imperante. Si hoy lo que establece la norma es defender los derechos de los colectivos históricamente ninguneados, como las mujeres o el conjunto LGTBI, lo “antisistema”, provocador y audaz, por muy absurdo que suene, parece ser la defensa de los postulados más retrógrados.
Ya hemos tomado un poco el pulso a los jóvenes, hablemos ahora de la amenaza del asalto de la extrema derecha en las aulas. Ostenta dos grandes principios, de la mano entre sí, que textualmente proponen: “Devolver a los padres una auténtica libertad para elegir la educación de sus hijos” y “abogar por un modelo educativo libre de adoctrinamiento ideológico”. Así lo han suscrito ya en los pactos autonómicos donde han entrado a gobernar. ¿Y cómo planean lograrlo? Según su programa, proponen, y cito: “Instaurar el PIN Parental con objeto de que se necesite consentimiento expreso de los padres para cualquier actividad con contenidos de valores éticos, sociales, cívicos morales o sexuales”. Estamos hablando, como poco, de censura educativa, y siendo incisivos, de un trágico retroceso en educación en valores. Mientras un estudio del Consejo de Europa señala que el 60% de los estudiantes madrileños manifiestan haber presenciado acoso homófobo o tránsfobo en clase, no hace mucho Rocío Monasterio comparaba los talleres LGTBI con la “parafilia” y la “zoofilia”, y en la Comunitat Valenciana y Madrid incluso pidieron sin éxito los nombres y apellidos de las personas que ofrecen este tipo de charlas.
Ya intentaron imponer el pin parental en Murcia, pero afortunadamente el Tribunal Superior de Justicia de la Región lo paralizó, aunque lograron introducir un veto rebajado que implicaba avisar a los padres con siete días de antelación sobre estas charlas. También el Tribunal Supremo acaba de fallar en contra de un recurso de una Confederación Católica de Padres contra la inclusión de la perspectiva de género en los currículos escolares. Por el momento, pero no sabemos hasta cuándo, la ultraderecha, tan patriota ella, se da de bruces con la Constitución.
Cabe recalcar que los centros educativos ya cuentan con mecanismos de supervisión por parte de las familias, a través del AMPA y los Consejos Escolares. Además, ante cualquier problema, pueden acudir a Inspección Educativa. Las organizaciones educativas advierten de que solicitar el consentimiento a las familias para que elijan la educación que reciben sus hijos, lejos de garantizar la educación en libertad, priva del derecho superior del menor de conocer la realidad.
Bien, creo que he dejado patente la perspectiva más sombría entorno al impacto que pueda suponer que la extrema derecha corrompa la imprescindible convivencia en las aulas, parte de lo que está en juego el 23 de julio. Pero no querría concluir mi intervención sin lanzar también un mensaje de esperanza, o como mínimo, de incitación a la resistencia. Si la ultraderecha roba el 12% del voto joven, no olvidemos que esto significa que más del 80% de los jóvenes no les apoyan. La juventud actual también está a la cabeza de la defensa de los mismos derechos que la ultraderecha quiere derogar. No son ni mucho menos una generación a despreciar, ni se ha perdido la batalla de ideas. Es una labor que nos atañe a todos, y muy especialmente a los docentes, no soltarles la mano en este tramo del camino. Muchas gracias.
(Intervención realizada en el acto organizado por Zadig España en defensa de la democracia con motivo de las elecciones del 23J.)
*Profesora de Filosofía y Valores Éticos en un Instituto público de Madrid.
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
