Mars attacks

Marta Maside

“Non ridere, non lugere, neque detestari, sed inteligere”. No burlarse, no llorar, no odiar, sino comprender. J.A.Miller nos recordaba hace poco esta cita de Spinoza*. Y me parece que los resultados de las elecciones europeas nos obligan a una reflexión en esta línea: orientada por lo real. Por las consecuencias.

El periodista Josep Ramoneda** ponía el dedo en la llaga, a mi parecer: no paramos de hablar de la ultraderecha, pero nadie se pregunta lo fundamental: ¿por qué está subiendo?

Es urgente dejar de insultarse, y dejar de seguir los mantras de las corrientes mayoritarias de pensamiento, cuestionarlas, analizarlas. Dejar de temer la «cancelación» y pensar con luz propia, como proponía Simone Weil, cuyo espíritu inspiró al movimiento Zadig.

«Que viene la ultraderecha» se ha convertido en un sintagma vacío, casi una jaculatoria*** al igual que «derrotar al sanchismo». Ninguna de las dos expresiones significa nada. Ninguna de las dos expresiones expone argumentos, son eslóganes publicitarios ideados para campañas electorales. La mercadotecnia introducida con la figura del asesor de comunicación, que ha de ganarse el pan como todo hijo de vecino, ha tomado un peso excesivo, desorbitado, esperpéntico. Pero efectivo.

La ultraderecha lleva aquí ya una década, era cuestión de tiempo que alcanzara el poder, y es preciso analizar las causas. No podemos renunciar al pensamiento crítico, despachar semejante aluvión de votos vociferando que se trata de fanáticos, porque eso nos convierte en lo mismo. Las masas enardecidas repiten consignas y entran en trance, como abducidos por extraterrestres. Repiten las mismas cantinelas, gozando de ellas, en vez de pensar. 

Pues nos jugamos demasiado. 

Si el inconsciente es la política, la desarticulación del discurso contemporáneo**** se atrapa en la trágica falta de argumentos, que ha convertido el discurso político actual en un estercolero, en el que asistimos al goce del insulto, y no al deseo en juego que anima toda política: el arte del acuerdo, de la conversación. El abordaje serio y realista de la inmigración, del cambio climático, de la vivienda, del futuro de los jóvenes… la implosión de su salud mental lo está pidiendo a gritos. Pero al parecer seguimos sordos, en este babel de laslenguas. Las verdaderas cuestiones de civilización quedan enterradas bajo los escombros del insulto, que atenta contra el semblante y apunta a la destrucción. 

¿Lo damos todo por perdido? ¿O se puede hacer un esfuerzo de conversación, aún?

Los seres hablantes, cuando no hablamos, nos peleamos. Es un efecto irremediable de lo imaginario ―el clásico estás conmigo o contra mí― formulado por Lacan en su eje a―a’, que pregna en nuestra subjetividad por encima de la escucha y de la palabra. Único terreno posible para la política. 

Si ésta fracasa, decía Clausewitz, entonces, la guerra.

Psicoanalista. Miembro de la AMP (ELP).

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

*https://laregledujeu.org/2021/03/30/36921/entretien-sur-le-sexe-des-modernes/

**https://podcasts.google.com/feed/aHR0cHM6Ly9mYXBpLXRvcC5wcmlzYXNkLmNvbS9wb2RjYXN0L3BsYXlzZXIvbXVsdGlkaXN0cmlidWNpb24vaG95X3Bvcl9ob3kvcHJvZ3JhbWEvaXZvb3gvcG9kY2FzdC54bWw/episode/cGxheXNlci0tMTcxODI2NzA1NjMyOA?ep=14 (min 28:00)

***https://psicoanalisislacaniano.com/la-interpretacion-jaculacion/

****https://2012.congresoamp.com/es/template.php?file=Textos/Conferencia-de-Jacques-Alain-Miller-en-Comandatuba.html

Una respuesta a “Mars attacks

  1. Creo que el texto de Marta destaca por su lucidez. Estamos, de momento, en un sistema político democrático. Pero esa democracia parlamentaria está derivando a un juego de líderes, ni siquiera de partidos, y que en su patético discurso, plagado de descalificaciones, tienen aplaudidores. Es sobradamente conocido que las últimas elecciones generales las ganó el PP, pero que el sistema parlamentario hizo posible que el presidente de gobierno fuera Sánchez. Pero ambos, el PP y el PSOE tienen el deber democrático no sólo de discutir, sino de acordar lo que el bien común reclama: paz, vivienda, trabajo, esas cosas tan cotidianas. Sobre todo, paz y libertad. Sánchez no parece un ejemplo de coherencia, contradiciéndose a sí mismo en aspectos básicos de actuación política prometida. Feijóo, por su parte, no parece tener otro objetivo que derrocar a Sánchez. Y ahí todo vale, convirtiendo al Congreso en un foro de taberna. Hay algunos aplaudidores que jalean ese pobre discurso participando del peor modo. Son premiados. Lo de «seres hablantes» parece no ir con ellos. No se hablan, no discuten, y, como se decía hace algunos años, no nos representan porque hacen prevalecer sus odios aparentes frente al diálogo sensato, de gente adulta que representa (algo olvidado) a millones de personas. Instalados en una dialéctica de concurso televisivo, los dos partidos mayoritarios están propiciando la elección por uno de los dos polos de una clara deriva autoritaria, mucho más allá de la que se está imponiendo. Ya ocurrió. Lo peor puede volver a suceder. Ya sabemos que la Historia no se aprende, sólo se repite y siempre para peor.

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