El miedo, lo diverso, lo único

El miedo, lo diverso, lo único

 

Ricardo Rubio*

 

La democracia es imposible, bien lo entendemos los psicoanalistas que nos dedicamos a otro oficio que es también imposible: psicoanalizar.

Tomar algo como imposible es saber de entrada sobre su fragilidad; ello ubica a un sujeto en el lugar de  tener que trabajar por lo que desea; no solo trabajar, también inventar; crear algo aún sin referente ahí donde todo parece indicar que algo es imposible de cambiar, que las cosas son como son; hurtándole al ser humano su capacidad de invención, de crear nuevos sentidos. Ahí es donde los artistas no retroceden.

El poder nunca es democrático, no puede serlo por estructura, pero al mismo tiempo sin él no hay modo posible de que los seres humanos hagan lazo social, se inventen una sociedad donde vivir, que creen estructuras que les permitan cohabitar en una cierta convivencia las unas con los otros. Siendo el poder necesario en tanto los lazos sociales siempre son de dominio, es decir, quien tiene el poder habla desde un lugar dominante desde el que emite una verdad, es importante no olvidar que la verdad no existe como tal, que se trata de una convención para que el lazo social funcione, pero hay tantas verdades como seres humanos, por tanto lo importante en el lazo social y por tanto en la política, es el lugar y no quien lo ocupe.

La fragilidad de un lazo social, como puede ser la democracia, tiene que ver con tomar como verdad absoluta lo que no es más que un acuerdo de las partes para que la sociedad funcione. Si quien se ubica en el lugar de poder que se le ha dado entre todos para que haga funcionar el lazo social, identifica su verdad con la verdad, solo puede ejercer un poder cada vez más absoluto que hará desaparecer los derechos de las minorías, convirtiendo el Estado en una estructura cada vez más totalitaria, transformando la política y su “polis” en un estado de tinte religioso en cuyo seno solo es posible el pensamiento único: “si no piensas como yo, eres mi enemigo”.

Es a partir de ahí que se utiliza el miedo para gobernar, dando lugar a la impotencia y la culpa en los gobernados.

Los psicoanalistas se ocupan en su práctica de orientar a un sujeto para que llegue a saber de su diferencia más íntima, sobre esa singularidad que lo hace único y al mismo tiempo pueda compatibilizarla con la vida en la sociedad a la que pertenece. Eso produce seres humanos más libres, más dispuestos a hacerse cargo de las consecuencias de sus actos, pero al mismo tiempo más críticos con la sociedad a la que pertenecen; así se espera. Personas poco proclives a que se las uniformice, sujetos que saben hacer con lo imposible y por tanto menos propensas a caer en la impotencia o a paralizarse con el miedo; sujetos poco dispuestos a trabajar en silencio para un amo y más prestos a construir algo con él.

Es desde esta posición de sujeto que se puede trabajar de un modo efectivo para la democracia.

No se trata de derribar a un amo para colocar a otro en su lugar, sabiendo que el nuevo amo impondrá la nueva verdad de la que es portador; se trata de mantener estructuras de gobierno dialécticas; instituciones públicas que den cabida a lo múltiple de una sociedad; instituciones que sostengan el debate desde su propia fortaleza de modo que no sean fácilmente transformables por el amo de turno y su verdad absoluta de moda. Instituciones que mantuvieran una cierta independencia de las ideologías que vengan a ocuparlas. Sería un modo de hacer un poco menos frágil la democracia.

Basta mirar y leer lo social para darse cuenta de la diversidad en su seno, la infinidad de colectivos sociales que vienen a ocupar el espacio que los políticos van perdiendo en su representatividad; políticos que se empeñan en defender pensamientos únicos y globalizaciones, frente a una sociedad cada vez más diversa en sus manifestaciones.

Hay que escuchar bien lo que dicen los políticos, ser un poco menos sordos frente a sus propuestas, leer mejor lo que dicen; detectar y diferenciar a unos y otros; aquellos que proponen un pensamiento único, que actúan desde el miedo, creándolo y nombrándolo, que se angustian frente a lo diferente tachándolo de enemigo; diferenciarlos de aquellos otros que estén por una sociedad más plural y menos autoritaria, los que no propongan leyes para judicializar lo diferente, en tanto esto es la base de la xenofobia. Hay que poner en marcha la responsabilidad de cada uno, no es suficiente gritar “no nos representan” y dejar el lugar vacío, tendríamos que ser capaces uno por uno de dibujar a aquellos que si nos representen. No se puede dar por sentado que el otro sabe lo que es mejor para mí y si no lo hace es porque es malo; hay que ser capaces de poner en palabras claras lo que queremos; es el único modo de saber si el otro del poder lo concede o no.

Me pregunto qué está pasando en la sociedad actual; porqué tanta lejanía entre los que gobiernan y los gobernados. Una sociedad cada vez más diversa en sus manifestaciones y reivindicaciones, pero que al mismo tiempo intenta gobernar con posiciones más restrictivas y totalitarias. ¿Qué miedo profundo nos produce la diversidad, la dificultad en reconocernos como diferentes, base de las reivindicaciones feministas que han explotado en nuestra sociedad, pues se trata de la igualdad de lo que es diferente? ¿Por qué lo diferente que puede ser motivo de enriquecimiento y aprendizaje se vuelve insoportable? ¿Qué miedo profundo está actuando en nuestra sociedad occidental para que cada vez el voto vaya de más en más a posiciones totalitarias y segregacionistas?

Tengo la sensación de que lo que ocurre en lo social, es un reflejo de lo particular familiar. Hombres que venían de sufrir las posiciones autoritarias de sus padres, que han construido otro modo de educar a sus hijos y que se sienten desbordados por esta gente joven más diversa y menos sometida a la autoridad; personas que de repente no saben qué hacer con eso que ellos mismos han construido; es como si un anhelo de lo autoritario que les regulaba a ellos mismos, pidiera sin saberlo su retorno. Este parece el reto.

¿Se podría gobernar sin invocar el miedo?

Quizás es posible; ustedes dirán.

*Psicoanalista de la AMP (ELP)

Texto presentado en la Conversación en Valencia sobre «Fragilidades de la democracia» (8/6/18)

Foto seleccionada por el editor del blog

Una respuesta a “El miedo, lo diverso, lo único

  1. Estimado Ricardo Rubio, en primer lugar magnífica lección de política actual, dicho lo cual, quisiera decir que tu pregunta final ¿Se podría gobernar sin invocar el miedo? considero que es el compendio y está en el principio y el fin de las ideas de democracia y poder. Yo añadiría ¿cómo proteger a la democracia y a las sociedades justas sin una jurisprudencia coactiva y por lo tanto basada en el»miedo»? por no hablar de un ejercito disuasorio o al menos eficaz ¿cómo educar sin un mínimo de coacción y por tanto miedo?

    Me atrevería a decir que la heurística del miedo difícilmente podrá desaparecer de los sistemas jurídicos y sociales, no solo por su utilidad intrínseca, sino también por su inmanencia y consubstancialidad genético-biológica y psico-social.

    También me gustaría mencionar que el hecho de que exista miedo puede ser positivo en la medida de que nos alerta de riesgos y peligros que pueden afectar negativamente el futuro del individuo.
    ¿quien se atrevería a gobernar sin invocar el medio? ¿estaremos acaso ante una aporía irreductible?
    Felicitaciones por la pregunta.

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